Valle de Ansó 13 y 14 mayo 2006   Leave a comment

SÁBADO 13 de mayo de 2006

Llueve mucho cuando llegamos a la Delegación pero mantenemos nuestra confianza en que el tiempo no nos traicione. Un SMS de Jaca nos confirma que no llueve por allí pero que la noche ha sido movidita.

Esta vez llegamos todos con hora por lo que salimos puntuales. Recogemos a Mariano en la gasolinera de Gallur y finalmente llegamos a Sabiñánigo donde, hemos quedado con Jorge. Como siempre, mientras tomamos un café, preparamos el menú a base de bocadillos, empanada de atún precocinada, barritas energéticas, fruta, zumos, acuarius, sopa y complementos para el arroz cocido y el huevo duro que les mandamos traer ya preparado desde casa por no tener que cocinarlo allí.

En Mercadona nos dividimos por parejas, recordamos dónde están los productos y apenas tardamos en hacer la compra, de todos modos creo que les ayudamos demasiado. Hay poca gente y es fácil comprar. Nos sigue costando mucho localizar los productos en el mar de latas o envases parecidos. La próxima vez creo que deberemos dejarles solos a ellos y esperar en la entrada a ver qué pasa.

De vuelta a la furgoneta nos encaminamos hacia el Valle de Ansó. Por el camino vamos introduciendo alguna idea de cómo es el valle, cerrado, angosto, con un ensanchamiento donde se edificó el pueblo, que fue cuna del reino de Aragón, de su economía maderera sin agricultura y de sus vinculaciones políticas como escudo frente a galos y navarros.

Antes de llegar paramos en medio de la Canal de Berdún en la localidad que lleva su nombre. Paramos por la singularidad del enclave en una muela que aprovecharon sus primeros moradores por las facilidades defensivas. Hablamos de las barreras que suponen la sierra de Santo Domingo y de San Juan de la Peña que frente a la Cordillera pirenaica conformaron dicha canal por la que corre el río Aragón hasta el Pantano de Yesa. Muchos de los lugares que mentamos les suenan vagamente y no los ubican por lo que constatamos un gran vacío en geografía y en la relación de muchos de los referentes que nombramos.

El día se mantiene muy nuboso pero aguanta.

Dejamos Berdún y nos metemos en el Valle del río Veral que es el que nos llevará hasta Ansó en primer lugar y hasta Linza para finalizar la tarde.

El valle es precioso, poco a poco se va encajonando la carretera y podemos presentir las paredes estrechas del cañón muy cerca de nosotros. No hay posibilidad de parar en la carretera, una pena. Al rato la carretera sube en altura para situarse entre curvas en lo alto del desfiladero. Las gargantas desde lo alto son impresionantes, circulamos despacio para hacer las descripciones del paisaje, pero hay que hacer un gran alarde de imaginación. ¡Si hubiésemos podido parar!

Finalmente llegamos a Ansó, son las 11,30 por lo que nos encaminamos hacia el Centro de Interpretación. La casualidad hace que paremos la furgoneta prácticamente en la puerta y que nos encontremos con Miguel y Marisa, que una vez más nos van a acompañar en la salida e este fin de semana. Ya los diez nos encaminamos hacia el recinto.

La entrada es gratuita y además no hay nadie por lo que nos movemos a nuestras anchas. Comenzamos por una maqueta del Pirineo, con sus cartelitos explicativos pero que no está al alcance de muchos de nosotros, bien por los reflejos, bien por lo pequeña que es, bien por que no tiene demasiado contraste. El caso es que salvo por ubicar el Pirineo en toda su longitud y saber dónde están los Valles que ya hemos visitado, no nos es de gran utilidad.

El Centro de Interpretación está planteado de tal manera que el visitante va conociendo los diversos modos de vida tradicional de la gente que vivía en la montaña. Así que comenzamos conociendo cómo la geografía del valle condicionaba el tipo de vida. Vimos la tradición maderera de esta parte del Pirineo, de cómo de sus talas salió madera para la flota de la España de los siglos XVI en adelante. Vimos los alardes de ingeniería que tenían que hacer para bajar los troncos mediante tirolinas hasta el río donde las navatas los llevaban hasta sus destinos. También conocimos los distintos tipos de madera con los que se trabajaba, pino, haya, roble…

De la madera pasamos a la ganadería. Alberto nos contó sobre la tradición trashumante de los ganaderos de los valles que con el frío buscan el clima más benigno de los valles incluso bajando a través de las “cañadas” hasta la Comarca de las Cinco Villas y el Valle del Ebro para, ya con los calores estivales, regresar a los pastos alpinos. Ricardo nos recordó que por la puerta de su Instituto pasa una “Cañada” y que las ovejas dejan un curioso manto de bolitas a su paso. Allí cogimos una tijera que se emplea para la esquila de la oveja y también una reproducción de un austero abrigo pastoril. Dura es la vida del ganadero.

Después pasamos a la parte que dedican a la cultura del Oso. En estos valles podemos encontrar uno de los últimos reductos de Osos que quedan en los Pirineos. Hablamos de la polémica que suscita la actual reintroducción de ejemplares eslovenos en el Pirineo francés y la lucha que ganaderos y administración están teniendo por esta causa. También vimos un enorme cráneo y un gigantesco cepo que tradicionalmente se ha empleado contra este plantígrado. Finalmente jugueteamos con un enorme peluche que hay en la entrada ante la atenta mirada de la encargada.

Ya en la calle damos un paseo por las pintorescas calles del pueblo. Nos detenemos para ver cómo están distribuidas las casas, con enormes puertas para que pudiese pasar el ganado y con su calor, calentar la casa ya que las habitaciones se distribuían en la primera planta dejando que por abajo el ganado soltase su calor y por arriba, la falsa bajo el tejado, sirviese como aislante de la intemperie. Nos recreamos en los detalles de las puertas y de los branquiles que la flanquean en la entrada.

Calle abajo llegamos a las puertas de la Iglesia de San Pedro. A estas horas no hay nadie por lo que podemos visitarla con mucha tranquilidad. Nos acercamos a observar los retablos de madera, algunos con vistosas tallas doradas de imágenes de santos comos San Pedro (con sus llaves) y San Sebastián (asaeteado), y otros retablos con pinturas en vez de tallas. Damos un paseo por fuera donde observamos una curiosa balconada y el ábside pentagonal en vez de semicircular como es más común. También vemos los contrafuertes que sustentan la Iglesia como solución arquitectónica de la época.

Ya es hora de comer, así que nos vamos al parque que tiene unas mesas a la sombra que nos vienen que ni pintadas. Le damos buena cuenta a la empanada, a los bocatas y a los plátanos. Un cómic “japonés” al más puro estilo “Manga” que se ha traído Kevin, nos ameniza la comida. Es curiosa, entre otras cosa porque se empieza por el final.

Después de reponer barras de pan, nos montamos en la furgoneta para ver si por fin llegamos a Linza. La carretera pronto se torna en pista. Cruzamos Zuriza, vemos Peña Ezcaurre con sus impresionantes paredones calizos y al poco, Linza, 1.300 m.

Linza es un paraje extraordinario. No se si será por la hora a la que llegamos, pero a media tarde todo rezumaba tranquilidad. La gente bajaba de sus excursiones, cansada. El sol se tornaba rojo, alumbrando el atardecer. El refugio invita a quedarse. Frente a él un parking con varias furgonetas y algún coche. Detrás una hermosa pradera de un verde exultante, y en las laderas una masa forestal rica en hayas y pinos hasta donde la altura deja paso al pastizal alpino tras el cual asoman las calizas que dibujan el perfil agudo e las montañas, Petrechema, Acherito, y más benigna nuestra Paquita Linzola. Ningún sonido era estruendoso. Todo ese remanso de paz, hasta que… ¡Todos fuera, venga, vaciar mochilas para ver qué es lo que tenemos que subir!, ¡Cómo es que te llevas desodorante!, ¿A dónde vas con tres pantalones?, ¿Qué no te has traído botas?

Pues sí, un par de… nuestros avezados aventureros consideraron que sin nieve, pues sin botas, total, entre pedruscos no se me va a torcer el tobillo, ¡faltaría más!

Solucionado el problema gracias a que Miguel se trajo calzado de “por si acaso” nos enfrascamos en un taller de confección de mochila. Las cosas dentro de bolsas no vaya a ser que le de por llover y la fastidiemos. Lo voluminoso abajo (el saco), lo pesado encima (comida) y rellenado huecos las bolsas de ropa. Repasamos los útiles menudos como cubiertos, linterna, silbato… y todo eso a la tapa o seta como decimos en el argot.

Preparamos los montones con las raciones de comida, más o menos repartidos por igual y los repartimos. Ahora sí que empieza a pesar el “armario”. Como somos unos blandos decidimos cargar con las tiendas pero amenazamos con que eso no es un precedente y que a la próxima no tendremos compasión.

Ya es hora de marchar, sacamos los palos-guía. Esta vez llevamos uno de ellos de PVC que se puede dividir en dos partes. Es más ligero aunque no todo lo robusto que nos gustaría. La idea es probarlo y ya veremos para próximas salidas. Hacemos los dos grupos. Marisa y Miguel van con las Lauras y Jorge de satélite. Alberto con Mariano y Kevin. Ricardo sigue el rebufo y servidor sube y baja dando palique al personal.

El camino es sencillo. Nos cuesta coger un poco el ritmo, pero para eso estamos. Acostumbrarse al peso de la mochila siempre es un tedio. Cuesta coger la respiración, acompasar el ritmo de la marcha, pero todo son sensaciones que nos ayudan a conocer el rendimiento de nuestro cuerpo. Agradecemos las paradas que siempre aprovechamos para aprender algo del entorno, vocabulario de paisaje, unas florecillas que nos explica Miguel… cualquier excusa para parar es bien recibida por la concurrencia.

Vamos bordeando una loma llamada el “Sobrante de Linza” detrás de la cual hay unos llanos con una caseta de pastores donde pensamos pasar la noche, así habremos subido unos 300 metros de desnivel que mañana agradeceremos no tener que negociar. El camino es bueno aunque los pedruscos nos obligan a extremar los sentidos para no tropezar con ellos más de la cuenta. El palo guía es de gran utilidad.

Finalmente llegamos a los llanos, ya no quedan subidas y vamos más animados olvidando los sudores del principio. Hay que vadear un pequeño riachuelo para adentrarnos en la canal del Petrechema pero no reviste ninguna dificultad, apenas cubre unos centímetros.

Cuando por fin llegamos al lado de la caseta de pastores a 1.600 m. nos vemos rodeados de un montón de vacas que nos dan la bienvenida pensando que les vamos a regalar un puñado de sal. Nos entretenemos mirándolas, para muchos nunca ha habido la oportunidad de tenerlas tan cerca. Son mansas y se dejan acercar hasta una distancia prudencial por lo que las podemos observar con mucha tranquilidad. Nos tomamos nuestro tiempo. Pero la noche ya la sentimos cercana y hay que ponerse manos a la obra con el montaje de las tiendas.

Buscamos un suelo lo menos inclinado posible y con las menos irregularidades, no hay mucho donde elegir. Nos repartimos en dos grupos e intentamos comprender la geometría que tienen, semiesféricas, como iglúes. Por un lado la habitación y por otro el doble techo. Ponemos las varillas de fibra y después las fijamos al suelo con las piquetas pero una de ellas tiene los palos demasiado largos y tenemos que hacer un invento con esparadrapo para que quede lo menos mal posible. ¡Confiemos en que no llueva!

Nos dedicamos a observar las nubes y sus evoluciones. Un frente húmedo del Atlántico ha traído un aumento de las temperaturas y una cierta inestabilidad que esperamos que pase de largo tal y como dijo el hombre del tiempo. Hablamos de los distintos tipos de nubes pero para nuestros ojos es difícil de observar, además tenemos hambre.

Es prácticamente de noche cuando tenemos que sacar las linternas y empezar a preparar la cena. Hemos traído arroz y huevo, ya cocidos de casa, y hay que aderezarlo con o que hemos comprado. Atún, ensalada americana y mediterránea enlatadas, y el resultado es que hace hambre y damos buena cuenta de ello. Alberto se ha trabajado una sopa que todos agradecemos para templarnos.

No hace demasiado frío. Alberto nos cuenta un encuentro que tuvo hace poco en Gistaín con un oso, el relato es espectacular y nos acordamos de los que están reintroduciendo por la parte francesa. Confiamos en no encontrárnoslo. Es hora de ir al saco. Alberto y Luis deciden ponerse las estrellas y las nubes por techo y al menos nosotros enseguida nos dormimos.

El día ha aguantado.

DOMINGO 14 de mayo de 2006

Madrugamos a las 6,30 AM para desayunar y vestirnos rápidamente. Hemos dormido como troncos, al menos los del vivác.

El personal está remiso a salir del saco así que invitamos a nuestras amigas las vacas a que vayan a saludar a los perezosos. Entramos en la caseta y vemos el saco de sal del pastor y tomamos prestados unos cuantos puñados que depositamos en las cremalleras de las tiendas. No tardan en venir las vacas a dar lametazos para sorpresa de los dormilones. Jorge y Mariano se descubren como avezados pastores. Raudos salen de las tiendas provistos de los bastones para repartir argumentos a los bóvidos que optan por la retirada. Simpático amanecer.

Es hora de desayunar. Cereales, batidos y zumos. Alberto nos templa con unas infusiones. Hay que darse prisa, ya vemos pasar a algunos que llevan más prisa que nosotros. El día está entre sol y nubes por lo que presumimos que no pasaremos demasiado calor. Decidimos recoger todo y guardarlo en la caseta. Con una mochila para cada tres nos apañaremos.

Nos ponemos en marcha y enseguida llegamos al camino que sube atrevido a media ladera. Cada uno de los dos grupos lleva un ritmo diferente por lo que no vamos demasiado agrupados. Nos comunicamos con un par de Walkies y así nos vamos entreteniendo. Una primera dificultad nos reagrupa.

El sendero, bien marcado hasta ahora, da paso a una laja de roca esquistosa. La caliza tiene eso, que con la nieve, cuando no tiene un manto verde que la proteja, se vuelve frágil y quebradiza. La laja mide unos 15 metros y tiene una inclinación que no facilita la marcha pero fijándonos bien en el pie del guía vamos superándola poco a poco hasta llegar a lo alto de una fajeta que nos deja en un sendero llano. Al poco tenemos que cruzar un par de neveros que están un poco duros pero con una huella bien marcada. Tenemos el collado de Linza 1.903 m. frente a nosotros y vamos agrupados. Apenas nos cruzamos con otros excursionistas. Todos se quedan mirando nuestros palos-guía con curiosidad y nos saludan en eusquera o castellano.

En el collado dejamos el camino que lleva al Petrechema y a la Mesa de los Tres Reyes, curioso pico que delimita Navarra, Aragón y Francia, y seguimos la senda herbosa que nos dejará en La Paquita Linzola. En varias cubetas vemos sendos restos de ibones que se han secado o pronto lo harán por este cambio climático que nos envuelve y también por la característica kárstica del terreno que se “bebe” todo lo líquido que se encuentra.

Cruzamos otro nevero bien marcado pero Luis que estaba debajo del grupo para asegurarlo es “tragado” por un hueco de la nieve quedando enterrado hasta el pecho. Un recuerdo en la rodilla de regalo.

Llegamos a unas hermosas laderas de hierba amarilla que aún no ha reverdecido con la primavera. Nos paramos a ver unas flores azules y otras amarillas con formas de campanillas. Vemos muchos bulbos de lirios que esperan su momento para florecer en rabiosos azules. También vemos les restos esqueléticos de una cabra.

Ya estamos cerca de la cima. Algunos creen que no van a llegar pero está tan cerca que un poco más de esfuerzo nos deja en su cima. Paquita Linzola, 2.112 metros.

Nos sentamos, nos felicitamos y devoramos los bocadillos, barritas, acuarius, y hasta turrón. Cualquier día subiremos champán.

En la cima hay una curiosa casetilla en miniatura, a modo de buzón que ha colocado un club excursionista navarro. Da una nota de color, a algunos no les gusta nada, a otros les hace gracia. Llega otro montañero y aprovechamos para que nos haga una foto de grupo, por fin salimos todos en una. Hacemos lectura de paisaje, nombramos los picos que vemos, señalamos Navarra y Francia, miramos hacia Canfranc.

Llevamos bien el horario, para variar pero no queremos confiarnos y pensamos que ya es hora de bajar, además la presión está muy baja y, aunque no pega demasiado el sol, nos está afectando a la cabeza. A los palos y para abajo.

En medio de una de las praderas inclinadas de hierba vemos una dolina. Nos acercamos a su borde y tiramos alguna piedra para saber de su profundidad. No nos acercamos demasiado para no ir tras ella. Hablamos del Karst, de las grutas, de que estamos sobre una superficie cuyo subsuelo es como un queso gruyere, lleno de agujeros.

Seguimos monte abajo y vemos la posibilidad de bajar por otro lado por lo que uno de nosotros se adelanta al grupo para investigar y a través del Walkie nos comunicamos. Decidimos probar. Nos evitamos así un rodeo pero tenemos que afrontar una ladera esquistosa llena de piedrecillas y con una cierta inclinación. El resultado es que nos hemos evitado un buen trozo y llegamos a uno de los neveros que habíamos cruzado por la mañana. Vamos rápidos y en seguida llegamos a la laja rocosa. De nuevo la cruzamos sin complicaciones pero con precaución. Casi sin darnos cuenta llegamos a la caseta de pastores, las vacas se han marchado un poco lejos.

Nos relajamos, comemos algo y recomponemos las mochilas. Esta vez llevamos el horario de maravilla, y aun con todo decidimos bajar pronto hasta Linza. Allí ya descansaremos.

De bajada todo se nos hace corto. Todos tenemos la sensación de que nos hemos cansado menos que oras veces, será por no llevar las raquetas, pero nos encontramos mejor. Algún tropezón que otro pero por fin llegamos a Linza, mochilas fuera.

Hacemos unos estiramientos para desentumecer espaladas y piernas.

Después de recoger, asearnos en los baños del refugio y tomar algún refrigerio, decidimos emprender el taller de primeros auxilios. Nos buscamos una mesa de la terraza y hablamos de lo que tiene que tener un botiquín básico, manta de supervivencia, vendas, desinfectantes, guantes de látex, velas, y poco más. Lo que uno lleve es lo que debe de saber utilizar. Hacemos una práctica curándole a Luis la herida que se había hecho en la rodilla. Limpiar, desinfectar y proteger. Mariano de enfermero no tiene precio.

Entre una cosa y otra se nos hacen las 20 horas y ya entramos en horario de llegar tarde, así que nos ponemos en marcha.

Nos despedimos de Marisa y Miguel. Probablemente no nos puedan acompañar en la salida de verano pero nos veremos para el otoño. Ya de camino aparece el cansancio y un cierto sopor que nos ha colocado la borrasca.

¿Llegaremos alguna ver a la hora prevista?

Publicado 26 May, 2006 por nature11aragon en 03 Valle de Ansó, Actividades

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